30 de enero, 2022

El Revdo. Austin K. Rios

“Yo he puesto Mis palabras en tu boca. Mira, hoy te he dado autoridad sobre las naciones y sobre los reinos, para arrancar y para derribar, para destruir y para derrocar, para edificar y para plantar.”

Jeremías 1:9b,10

Una de mis formas preferidas de experimentar las Escrituras es de tratar de permitirme vivir en la lectura — por lo menos al mayor grado que mi imaginación, mis conocimientos y mis limitaciones me lo permitan.

Es una práctica que muchos entre nosotros aprendemos desde una edad temprana, cuando nuestros padres y cuidadores nos leían o nos contaban cuentos — y también puede ser una manera provechosa de abordar la Biblia.

Hoy tenemos ante nosotros algunas lecturas maravillosas.

Tenemos este pasaje de Jeremías, en el que se vislumbra la reticencia del profeta a tomar el manto del discurso profético en momentos cuando el pueblo de Dios enfrenta el exilio.

La protesta de Jeremías hace eco de la de Moisés, ya que ambos hombres se sienten completamente indignos — no preparados e incapaces — de transmitir la palabra de Dios a los poderosos de su época, ni de transmitirla al pueblo que Dios ha puesto a su cuidado.

Supongo que cada uno de nosotros puede identificarse con el clamor de Jeremías. Todos somos muy conscientes de que el mundo no es como debería de ser, y a la vez no percibimos cómo nada que podamos hacer vaya a hacer una diferencia para cambiarlo.

Pero, ¿cuántos de nosotros no ha llegado a ese lugar en el que se siente impotente e ineficaz — y, en vez de sucumbir a la desesperación, nos hemos permitido sumergirnos en confianza y fe en la capacidad de Dios de lograr aquello que creemos ser imposible?

El gran arco de las Escrituras está repleto de las historias de cómo nuestros antepasados más venerados fueron capaces de cambiar el curso de nuestra historia — no porque fueran los más valientes o talentosos de su generación, sino porque permitieron que los guiara el llamado sobre sus vidas y los dones y el apoyo que Dios les había dado.

Las icónicas e iluminadoras palabras de Pablo que escuchamos hoy nunca hubieran sido posibles si nuestro santo patrón hubiera dejado que sus propias ideas de controlar a quién pertenecía en el reino de Dios bloquearan la propia palabra de Dios que buscaba expresión a través de él.

Tantas veces a lo largo del camino Saúl hubiera podido decir, “¿Sabes qué? Tal vez esa voz que oí en el camino a Damasco fue un producto de mi imaginación. Quizás puedo ignorar la manera en que aquéllos a quienes yo llamaba mis enemigos me abrazaron como a un hermano, y puedo sencillamente regresar al tipo de vida que tenía antes de que todo se volcara al revés.”

Gracias a Dios, Pablo respondió fielmente a esta cosa nueva que Dios estaba haciendo a través de él y le permitió que Dios usara los propios dones de Pablo de escritura y edificación comunitaria para construir un puente entre los judíos y los gentiles.

Gracias a Dios, Pablo se dejó caer perdidamente en el amor y la misericordia de Dios y permitió que ELLOS dictaran los contornos de su vida, en lugar de cualquier otra cosa menor.

Creo que es importante decir que renunciar al control y creer plenamente en el poder de Dios para guiar sus acciones no hará que su vida sea más fácil.

Sospecho que hay una parte de nosotros que puede sentirse más cómoda protestando, como Jeremías y Moisés lo hicieron, afirmando que no podemos servir como agentes de Dios debido a nuestras limitaciones — porque SABEMOS LO QUE VA A PASAR SI PERMITIMOS QUE DIOS ESTÉ A CARGO DE NUESTRAS VIDAS.

Sabemos que seremos conducidos a lugares que NOSOTROS no escogeríamos. Enfrentaremos pruebas y resistencias — y quizás lo peor, como Jonás — de hecho veremos a Dios usándonos para bendecir y perdonar a las mismas personas que vituperamos y detestamos como enemigos.

Jonás quería que Níneve ardiera, lo cual es la razón por la que huyó de servir como agente de perdón y reconciliación en esa ciudad.

Pablo terminó partiendo el pan con aquéllos a los que estaba persiguiendo y vio la espada, que él pretendía para la sangre, ser clavada en la espada del Espíritu que se convirtió en nuestra Escritura.

Al principio de este sermón, hablé de imaginarnos a nosotros mismos dentro de las escenas de las Escrituras, como manera de permitir que sus lecciones nos transformen.

Con el entendimiento que nos han brindado Jeremías y Pablo y una multitud de otras figuras bíblicas, podemos ahora entrar en la segunda parte de la historia — en la lectura de Jesús del profeta Isaías en la sinagoga de Nazaret.

La multitud de su ciudad natal se encontraba tan contenta de ver a su héroe local — que había estado haciendo hazañas asombrosas en Cafarnaúm — volver a casa y tomar el manto profético del liderazgo de una manera tan pública.

Pero cuando empieza a hablar de que los dones de Dios se comparten más de lo que les gustaría — específicamente cuando señala que la misión de Dios es tanto para los gentiles como para los judíos — entonces quieren matarlo.

Me pregunto si Jesús sabía que las palabras que Dios le estaba dando causarían tanta ira.

Me pregunto si consideró la idea de simplemente dar un paso fuera de la sinagoga, después de leer el pergamino de la Escritura, para evitar cualquier enfrentamiento desagradable.

No sabemos con qué estaba lidiando Jesús ese día, pero sí sabemos que Dios guió sus acciones y sus palabras, aunque hablar de esa manera no fuera aceptable — y también sabemos que Dios lo libró de ser arrojado por el precipicio.

La pregunta más importante es: ¿Con qué está lidiando usted hoy?

¿Cómo busca Dios guiarlo a USTED y usar sus dones para fortalecer el poder del reino de amor sobre la Tierra?

Sin dudas tiene reservas sobre sus capacidades, y sin duda tiene reservas válidas de a dónde le llevará entregar su vida a Dios.

¡Está en buena compañía!

Este tipo de discernimiento es de lo que se trata ser la Iglesia: nos reunimos para recordar la historia, para ser alimentados y fortalecidos en el Espíritu, y después salir y vivir el Evangelio lo mejor que podamos, confiando en que Dios intercederá y superará todo cuando nos sentimos débiles e incapaces.

Permítase reconocer los desafíos que conlleva decir que sí a una vida así… y entonces acéptelos de todas maneras.

No podrá controlar a dónde conduce el camino de Dios, pero SÍ SERÁ testigo de las cosas inimaginables e increíbles que Dios puede lograr a través de usted y de todos nosotros.

¡Cosas Absurdas e Inimaginables!

Como la liberación de los cautivos, la recuperación de la vista para los ciegos, la liberación de los oprimidos — los enemigos convirtiéndose en amigos — la resurrección de los muertos —

Un año interminable del favor del Señor.